Leo en un periódico que el Ayuntamiento de Pamplona va a enterrar -después de ¡¡¡siete, 7!!! años los restos sin valor encontrados durante la excavación del parking de la Plaza del Castillo. Bueno, pienso, si no tienen valor pues está bien que se entierren.
Lo de restos sin valor -lo pongo en cursiva- me llama la atención y sigo leyendo y descubro unas líneas más abajo que, para este periódico, la definición de restos sin valor es fragmentos de pavimento, tejas, ladrillos y sillares de la época romana, tuberías de cerámica de la época contemporánea, y los mosaicos que hasta el año 2001 adornaban el pavimento de la plaza. Parece que guardar unos restos romanos no es una prioridad de nuestro Ayuntamiento y que, en vez de ser parte de nuestra cultura y conservados como merecen, son tratados como esos regalos que a todos nos han hecho alguna vez y que terminan siendo inútiles y acabas bajando al trastero para, más tarde, acabar en su correspondiente contenedor.
Curioso pues en cualquier otro país, unos restos de la época romana serían guardados bien en un museo o en archivo o en algún otro lugar a la vista del público para que se admiren. Pero no, aquí, no. Y es más flagrante este tema cuando se presume de ser una candidata a Capital Europea de la Cultura en el 2016 o eso dicen los banderines que hay colgados en varias avenidas de la ciudad.
Vamos que nos acabamos de ganar a pulso el título de Capital Europea de la Incultura 2001-2008. Making friends de cara al 2016. ¿No creen?
